¿Pensabas que lo sabías todo sobre corridas y placer masculino? JA. Bienvenido al club de los que nunca se atrevieron a mirar un poquito más allá de su esfínter. Y es que ahí dentro hay un botón mágico, un centro de comando del orgasmo nivel Super Saiyajin, y se llama próstata.
La próstata es una glándula en forma de castaña, que no solo escupe líquido importante para el esperma, sino que, si sabes tocarla como se debe, te puede hacer rozar el cielo. Pero ojo, esto no va de meter lo que sea y rezar, se requiere técnica, paciencia y mucho lubricante.
Ya sea acostado con las piernas tipo rana, a cuatro patas o con una pierna en la silla como si te estuvieras por depilar las bolas, todo vale si lográs el acceso al point P. La cuestión es encontrar una pelotita interna, presionarla con amor (pero firmeza) y dejar que el cuerpo haga lo suyo.
Incluso te puedes llegar a correr sin tocarte el pito. Cero estimulación peneana y aún así, boom! Orgasmo de cuerpo entero, ondas de placer que te recorren hasta los dedos de los pies, como si te estuvieras derritiendo por dentro. Y por si fuera poco, puede ser que no eyacules como siempre. Lo cual, lejos de ser una decepción, es una especie de revolución sexual interna que hace que los orgasmos convencionales parezcan un polvo de resaca con tu ex.
En pareja mucho mejor porque una cosa es estar haciendo malabares con tus propias piernas, y otra muy distinta es estar relajado mientras alguien te masajea la próstata y te la chupa como si fuera su último día en la Tierra. Posturas recomendadas: a lo perrito, sobre sus piernas como si te fueran a dar azotes, o de pie contra la pared mientras tu amante explora el sótano con entusiasmo. Eso sí, comunicación siempre. Si duele, comunicarlo. Si te está rompiendo de placer, expresarlo con claridad.
En definitiva, deja los prejuicios en la puerta, respirá hondo y entregate a una experiencia muy intensa que puedes disfrutar solo o en compañía.
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