Medusa (Girona, 1993) se metió en el porno más por necesidad que por vocación. Curros de mierda, cero pudor y un email a Cumlouder que acabó en rodaje con Nacho Vidal sin tiempo ni de pensarlo. Lo que vino después fue un carrusel de productoras (Brazzers, BangBros, Evil Angel…) y experiencias que define como un cóctel de pasta rápida, pollas pinchadas con química y bastantes avatares. Cuenta que se sintió presionada, que le colaron cosas no pactadas y que el único salvavidas fue plantarse con un par de ovarios. Disfrutar, lo que se dice disfrutar, prácticamente nada, puesto que de de cientos de escenas, apenas en un par se lo pasó bien. Además, confirma que la mayoría de actores viven de la jeringa para mantenerla bien dura. Con los años se operó tetas y los dientes, curró de stripper en Ámsterdam, se enganchó al deporte y encontró en OnlyFans un refugio rentable sin chupársela a quien le daba grima. Dice claro que jamás sería puta, que el porno ya le jodió bastante la cabeza. Hoy, entre entrenos de Muay Thai y Jiu-jitsu, pelis de terror y redes sociales que le chapan a la mínima, Medusa sigue siendo igual de sincera y auténtica.
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