Si se hace caso a ciertos gurús del sexo, parecería que el cunnilingus es una especie de oposición a Lenguas Modernas. Que si la técnica, que si el ritmo, que si el círculo hacia arriba con intención emocional. Pero la verdad es bastante más simple, si bajas ahí con ganas de verdad, la mitad del trabajo está hecho. La diferencia entre “estoy cumpliendo” y “me flipa esto” es tan obvia como la diferencia entre un beso sincero y un saludo de compromiso en Navidad. Así que la clave es tu “entusiasmo”, ero con mesura. Vamos, que si bajas con la misma pasión que un funcionario sellando papeles, mal vamos. Que hay que decirle que te encanta su sabor, su olor, su todo. Luego vienen las recomendaciones de siempre —que no es más que marear la perdiz un ratito—, soplar un poco, besar alrededor… Porque si algo está claro es que las mujeres no son microondas, necesitan calentarse, no basta con darle a un botón. Por tanto, si crees que ya va tocando entrar a matar, probablemente todavía vayas por la mitad. Después, la gran verdad universal del cunnilingus.; esto es, no inventes coreografías. Nada de escribir el alfabeto, por dios. Las actrices porno lo dicen clarito: simple, constante y sin volverte loco cambiando cada diez segundos. Si encuentras un ritmo que funciona, no lo cambies.
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