Veronica Church entró en el porno como quien se cuela en una fiesta sin avisar: dejando huella, meneando la cadera y desapareciendo antes del amanecer. Con 22 años, rostro de muñeca de porcelana y unos ojazos azul hielo que dejan petrificados, esta floridense tímida y solitaria ha demostrado que no hace falta hablar mucho para que todos estén pendientes de sus labios —y no solo los de la cara—. No es de las actrices porno más prolíficas, pero cada aparición es un evento ineludible. Le va lo fuerte, lo húmedo y lo acrobático, aunque en su día a día lo que pide es mimos, caricias y que la traten como una princesa. Dice que el porno no es su vida, sino su paga extra. Se pasa más tiempo en la playa o en los clubs de Miami que en los rodajes de L.A., donde aguanta lo justo antes de pirarse y volver a su cueva zen en Florida. Lo curioso (y morboso) es que en escena se transforma. De hecho, en su debut ya entregó su culito y recibió escupitajos en modo sumisa, como si llevara años en el negocio. ¿Volverá? He aquí el gran misterio, y no un enigma de todo a un euro como los del mequetrefe comepollas de necios y fachorros, Íker Jiménez. Y es que desde noviembre del 2024 está en modo fantasma; más desaparecida que la guita de Koldo, Ábalos y Cerdán.
Loading…