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El regreso del ojete guerrero de Sheena Shaw

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Para quién no lo sepa, se dice que la pornostar Sheena Shaw se retiró de la industria en 2014 porque se infectó con el virus VIH. Todo por culpa de un revolcón sin preservativo con John Stagliano, que ya tenía el ‘bicho’ (SIDA) desde mucho antes de fundar la productora Evil Angel (1997). Al menos es lo que dicen las malas lenguas. Lo que está claro es que aquel polvo furtivo dejó embarazada a la starlet de Tampa y ensombreció su meteórica carrera, que a partir de aquel encontes se limitó exclusivamente a penetraciones con juguetes sexuales de gran tamaño, sin ningún miembro viril de carne y hueso.

La que fue una reina americana del sexo anal extremo vio truncada su trayectoria y se le cerraron las puertas del sexo filmado. Es más, de poco le valió ser una candidata perenne al trono de la sodomía. Ni siquiera sus performers fetichistas, con acrobacias rectales de por medio, pudieron salvarla del ostracismo de la industria. Si durante años estuvo subida a un pedestal gracias a un culo respingón y perfectamente proporcionado que no paraba de darle caña, en un solo día cayó en desgracia y se ganó el repudio de sus compañeros de trabajo.

Por esta razón, cada vez que Sheena Shaw regresa con algo nuevo no sorprende a nadie y además refuerza el relato de tener el SIDA. Su última colaboración en Evil Angel —el único estudio que sigue publicando sus monografías masturbatorias por el sentimiento de culpa no superado— refuerza esta tesis al verla de nuevo actuar en solitario. Eso sí, en lo referente a su sexualidad y capacidad de carga anal, Sheena continúa siendo un pequeño demonio pervertido que tiene el clítoris en el esfínter. Es decir, mantiene intacto su incansable ano, que después de un paréntesis de 5 años sigue siendo destrozado con rosebuds, fistings y demás bestialidades casi vetadas en el mercado estadounidense. Otro comeback sin continuidad alguna.

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