La asiática Ava Devine (48 años) fue la actriz porno más revolucionaria en la historia de la pornografía. Después de que la industria de adultos quedara marcada por divas como Jenna Jameson y Silvia Saint, conocidas por su belleza divina y un marcado toque misógino (era una época en que las mujeres eran objetos de placer), llegó Ava con su imperfección irreverente. La starlet de Long Island tenía un busto tan gigantesco como intimidante, y en lugar de ser dominada por sus compañeros como una sumisa señorita fue ella quien convirtió a los hombres en sus instrumentos de placer.
Puede que Ava Devine no poseyera curvas refinadas, ni fuese tan bella como otras coetáneas, sin embargo era capaz de hacer cualquier guarrería con el poder de sus orificios y tenía un apetito sexual tan exacerbado que se antojaba inhumano. Toda una depredadora sexual desinhibida que se atrevía con cualquier práctica sexual. A principios del 2000, se convirtió por derecho propio en la máxima representante del hardcore de EE.UU. Y eso que no era tan agraciada físicamente como otras actrices, pero su carisma y devoción hacían que fuera mucho más atractiva que el resto.
Perteneció a aquella extraña época de principios de este milenio, cuando el porno dio el giro más dramático y se deconstruyó. Aquel momento donde las pornostars comenzaron a coquetear con prácticas hasta entonces consideradas extremas y marginales como los ASM (ass to mouth), dobles anales, gangbangs, lluvia dorada, fistings, prolapsos anales… «cosas» que solo hacían míticas zorras y bestias sexuales absolutas como Belladonna.
Gracias a estas alumnas aventajadas de la casquería sexual (muchas permanecen hasta nuestros días invictas en intensidad sexual), estas prácticas que se consideraban inusuales se convirtieron en la norma imperante. De ahí que varias actrices porno empezaron a grabarlas a un ritmo elevadísimo, tanto que las fábricas de DVD estaban a pleno rendimiento. Había nacido el subgénero gonzo de la década del 2000.
Además, Ava poseía un cuerpo adelantado a su época, con unas tetas gigantes que por aquel momento eran antiestéticas, pero que a los pocos años se convirtieron en el canon estético de la época. Mujer voluptuosa de pechos gigantes y cara de viciosa insoportable, el fiel reflejo facial de un alma adicta al sexo. Y es que era una ninfómana declarada que exhalaba sexualidad por cada poro de su piel.
A comienzos de este milenio ya hacía prácticamente hacía todo. De hecho, era adicta al sexo, tanto delante como detrás de las cámaras, y que por culpa de su ninfomanía descontrolada no le quedaba otra que ejercer como prostituta para saciar su infinito apetito sexual. Lo que se dice una escort de lujo entregada a prácticas sexuales extremas.
Dicen las malas lenguas que su devoción por el sexo va más allá del plano físico, haciendo gala de toda clase de fetichismos a les que no le hace ascos a nada. Incluso se atreve con porno transexual, escatológico y hasta existe una leyenda urbana de que circulaba un vídeo donde practicaba la zoofilia con un caballo. Si esto no es una mujer dedicada en cuerpo y alma a la depravación y al vicio que baje Dios y lo vea.
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