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La maldición gitana de Nicole Black, una pornostar de Kazajistán que tiene prohibido el sexo vaginal

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Salvo honrosas excepciones, en el Circo de Praga (apodo que recibe la extrema productora checa Legal Porno) se nota que las starlets contratadas tienen sedados los agujeros con cremas anestésicas. Algunas incluso toman sustancias de procedencia sospechosa si juzgamos sus rostros desencajados, delgadez acusada y caras de zombis. Es lo que tiene el error de no leer bien al firmar un contrato o ceder derechos a cazatalentos que las explotan sexualmente sin escrúpulos. Eso sí, en cuanto averiguan que pueden ganar hasta 3000€ por escena todo son propuestas irrechazables y están dispuestas a la batalla. El mejor pasaporte para abandonar la miseria de los países de la antigua Unión Soviética.

Nicole Black (29 años) es una de estas valientes (o imprudentes) matrioskas rusas venidas de frías latitudes que trafica con su cuerpo y ha hecho del famoso estudio hardcore su segunda residencia. Vive encerrada entre sus cuatro paredes, en donde da rienda suelta a su sexualidad salvaje, dejando que las bestias del director Giorgi Grandi conviertan su ojete en un boquete sin fondo. Algo inmoral, obsceno, pero que nos gusta por pura maldad. ¿El éxito de su secreto? Creemos que en su doble nacionalidad ruso-kazaja esconde parte de esa versatilidad inaudita que utiliza para ejecutar peligrosas e imposibles maniobras sexuales como la doble penetración anal, fisting, rosebud y hasta triple penetración rectal. El más difícil todavía.

Su currículum profesional de más de 100 escenas avalan el postulado de esta versada artista circense venida de Kazajistán que se entrega con total sumisión a una comitiva de depravados empalmados. Su cuerpo ha evolucionado en un trozo de carne que se adapta a todos los tamaños, formas y colores, como si fuese una jovencita rusa afinada, cual instrumento de música pornográfico, al hardcore más asilvestrado.

Como dato curioso, no la hemos visto practicar sexo vaginal en su filmografía y dicen las malas lenguas que el motivo por el que recibe, sin pestañear, el furor masculino por su escuadra más oscura es porque su novio le prohíbe dejarse penetrar vaginalmente. Como si le hubieran echado una maldición gitana. Ya sabéis, la tradición patriarcal de meter un pañuelo en la vagina de la mujer para comprobar la virginidad antes del matrimonio. Prueba del algodón de eficacia contrastada.